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Ojo con el agua tónica. Es tramposa. Nos engaña a cada sorbo. Es un líquido que se presenta transparente y sincero como una inofensiva agua mineral (senda metáfora de la vida), pero que luego de ganar tu confianza, se desliza altanera por tu garganta dejando su pícara huella: el amargo veneno pasajero. Qué desagradable sorpresa. Cada glup promete ser un hey y termina siendo un puaj. Ojo con el agua tónica. Es tramposa. Como la vida.
Somos eternamente imperfectos. En 1938 Hitler fue declarado “el hombre del año” por la revista Time. ¿Y hoy? Guerras en Irak y crápula declarada en los medios de comunicación. El mundo rueda y rueda, y en cada uno de sus giros chorrea un asqueroso jugo sobre sus habitantes que se mojan con indignación. ¿Qué haremos nosotros, los simpes mortales? Nada. Simplemente asumir nuestra condición. Dar jugo es nuestra esencia. Dar jugo es humano, pero declararlo con estilo en tu ronco pecho, es divino.
“¿Hasta cuándo con eso de que todo está bien? Basta ver las vitrinas y el senado también”.
Mientras Colombina me acariciaba la oreja con sus alaridos, pensaba en qué creer y en qué no. Los medios de comunicación nos dan la papilla molida y nosotros nos la tragamos sin chistar. Y nos alimentamos de incertidumbres. Y crecemos llenos de incertidumbre. Hoy, parece que el que miente dice la verdad. Así las cosas, habrá que creer en no creer.
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